sábado, 21 de diciembre de 2013

Punto y aparte

Buenas noches,

dos años después y tras un largo día que pone fin a un intenso año laboral, ha querido el azar que un servidor se asome a este recóndito blog en el que no hace tanto obtuvo cobijo y consuelo al verter unas cuantas letras en orden caprichoso al océano cibernético.

Dos años han pasado y aquí seguimos, con alguna que otra arruga más y algún que otro cabello menos, con un ibex 2000 puntos arriba que a pesar de todo no hemos sabido aprovechar.
Volvemos con fuerzas renovadas.

Esta noche sin embargo no he venido a hablar de bolsa, sino a compartir un puñado de palabras evocadas en un inesperado pero ineludible arrebato de sentimentalismo, inevitable cual principio de acción/reacción ante la contemplación de una una hermosa imagen cargada de recuerdos.

Espero que pasen una buena noche y disfruten en compañía estos días que significan un nuevo punto y aparte en nuestro viaje.




Irónicamente, el destino nos brindó la majestuosa imagen del Teide erguido con autoridad sobre un lecho algodonoso. Apenas unas horas antes, habíamos renunciado con frustración a un repentino aunque arrollador deseo de contemplar desde la cima del mundo como se desarrollaba la vida en implacable avance bajo la suela de nuestros zapatos, callada y ajena al turbulento jadeo de nuestros sorprendidos pulmones. La niebla, densa y obstinada así lo había dispuesto.

 El Teide había hecho jirones nuestras fantasías de la niñez de coronarlo partiendo desde su base. Habíamos sido tan ingenuos que ni pensamos en un mínimo entrenamiento previo al asalto a la montaña, lo que nos obligó humillados a tomar el teleférico. 

Por fortuna, en el vuelo de vuelta el caprichoso destino nos obsequió con esta imagen que quedaría grabada en nuestra memoria. Gracias a la perspectiva que sólo alcanzamos durante el breve periodo en que asimilamos el final de una etapa, fuimos capaces de ver la hermosa metáfora que encarnaba el Teide reducido a un diminuto montículo de tierra, que se volvía más irrelevante según nos alejábamo. Incluso esos obstáculos que parecen infranqueables pueden ser superados; sólo hace falta encontrar el enfoque correcto. 

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